SALAS DE ARTE EGIPCIO Aymée Chicuri Lastra El Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba cuenta en la actualidad con una interesante, aunque modesta, colección egipcia de 112 piezas expuestas en dos salas. Fue iniciada en 1945 por Joaquín Guma Herrera, Conde de Lagunillas. Re-cientemente se ha incrementado el núme-ro de exponentes, con piezas provenientes de la Academia de Ciencias de Cuba y del coleccionista privado Dr. Antonio Nieto de Cortadellas. La muestra incluye una buena variedad de manifestaciones y materiales, con es-culturas en piedra, bronce y madera. Es representativa la muestra de estelas de piedra, vasos canopos y vasijas de alabastro. Entre los exponentes de mayor importancia presentes en la colección se encuentran: un papiro de gran longitud, muy peculiar en su contenido y estado de conservación, y un sarcófago de madera pintada, donado por el gobierno egipcio a Cuba. Dentro del conjunto existen piezas de notable valor artístico y perfección técnica; algunas de ellas pareciera que intentan evadir las estrictas normas impuestas a la creación egipcia. En una singular cabeza de Amón en basalto negro está plasmada la impronta individual del artista que se traduce en el trabajo preciosista de las texturas y en las suaves líneas del rostro. La expresividad alcanza niveles compa-rables a los del período amarniense en una estela que representa la purificación de una momia; los ropajes, y la suave gestualidad nos revelan la existencia de una línea naturalista subyacente en su proceso creativo. Una preciosa estela mortuoria de un hombre llamado Rahotep evidencia un acabado poco común conservando los colores originales de las figuras. La colección atesora, además, una exquisita serie de miniaturas en fayenza. Un lugar significativo dentro de la muestra lo ocupa, sin lugar a dudas, una extensa colección de estatuillas de bronce de gran diversidad y exquisita factura. Aunque la colección cuenta con obras de casi todos los períodos, hemos preferido agruparlas por su filiación temática, con el objetivo de que las diversas facetas de la cultura egipcia estén representadas en una muestra didáctica de fácil com-prensión para el visitante. Dada la gran diversidad de las piezas que la conforman este enfoque resulta el más apropiado. La colección se despliega a través de dos grandes salas. La primera de ellas es una introducción al país y a la vida egipcios y consta de seis núcleos: 1. El país 2. La historia 3. La vida cotidiana 4. El estado y su administración 5. La escritura y el arte 6. La religión, los dioses y la vida del templo La segunda sala esta dedicada al culto funerario y en ella se ha representado una cámara mortuoria donde se muestran obras de singular confección y belleza en un medio que ha de resultar sugestivo para el espectador. SALA 1 EL PAÍS Y LA VIDA EGIPCIOS EL PAIS Al comenzar el recorrido el visitante encontrará un gracioso modelo de barca que elegimos para representar al país egipcio. Para comprender mejor el fenómeno cultural egipcio resulta impres-cindible analizar las condiciones excep-cionales que generó el río Nilo en torno a su cauce. El control de su régimen anual de crecidas implicó un esfuerzo enorme de estos hombres para dominar las fuerzas hostiles del desierto. En este espíritu de adaptación a la naturaleza se moldeó el carácter compacto y unificado de esta civilización en torno al río, el cual influyó grandemente en toda su cosmovisión. El río constituye el medio de comunicación por excelencia, siendo surcado en ambas direcciones por naves y barcas. Para los egipcios la muerte era llegar a la otra orilla y el paso al otro mundo se concibió como una travesía. Esta simpática barca data del imperio medio y es de mediano tamaño, madera policromada, factura común y tipología frecuente para el período. Siete figuras representan a los marinos que la con-ducen, pero la central es pequeña con relación al resto para compensar el conjunto. Dentro de la creación plástica en el Egipto del imperio medio los trabajos en madera fueron una de las técnicas mejor logradas por los artesanos, quienes con pocos y muy rústicos instrumentos lograron mue-bles, objetos domésticos diversos y hasta esculturas de gran perfección y acabado. LA HISTORIA Después de la centralización del poder político los rasgos esenciales de la cultura egipcia -el arte, la religión, la escritura- se mantuvieron de manera estable, con muy pocas variaciones bien sea durante las épocas de mayor es-plendor del imperio o bajo ocupación extranjera, rasgos que inspiraron a cul-turas tan fuertes y bien definidas como la griega y la romana. Este núcleo está compuesto por cuatro piezas que representan el tránsito desde el momento inicial en que se gestó la cultura -periodo predinástico-, la etapa de decadencia que se manifiesta en la fuerte fusión de influencias egipcias y foráneas y el final de la época faraónica con la entrada del cristianismo. Inicia la exposición de este núcleo la pieza más antigua de la colección: una pequeña vasija de piedra serpentina, que corresponde al periodo pre-dinástico y tiene forma globular con dos pequeñas asas y sin decoración. Se muestra a continuación una estatua de Isis en bronce del período helenístico. El rostro y el vestido son griegos; sin embargo, el tocado es típicamente egip-cio, con una peluca larga, plumas y un disco solar. Posteriormente se expone una pieza del periodo romano. En la época del Egipto romano se manifiesta una interesante incorporación de los caracteres y atributos romanos al universo figurativo típicamente egipcio. En la estela funeraria que presentamos el personaje del difunto aparece a la usanza romano-cristiana, no solo por su vestuario sino por el propio estilo elegido por el artista para representarlo: completamente de frente, con un pie adelantado en punta y el brazo izquierdo flexionado con la dignidad propia de la muerte. Sin embargo, su mano derecha está en contacto con una cesta de ofrendas típicamente egipcia similar a todo el ambiente que le rodea, como si el autor quisiera transmitirnos la asimilación tolerante que es capaz de aceptar, sin permitirse la pérdida de su identidad raigal. Comparece el difunto ante las divinidades funerarias Osiris y Anubis; bajo el disco solar alado aparece la figura de su ka testimoniando junto a el. Ambas piezas constituyen ejemplos de la incorporación de la cultura egipcia al mundo grecorromano. Para señalar el fin de la continuidad histórica de la cultura faraónica presentamos en esta sección una muestra del arte copto a través de un fragmento de tejido, perteneciente a los vestidos con el cual fue amortajado un difunto. Es de lino, con incrustación de algodón, y vivos colo-res rojos marrones y negros en sus motivos decorativos. VIDA COTIDIANA A pesar de contar con pocas piezas en esta sección, el museo exhibe una interesante muestra alusiva a la vida doméstica. En un lugar destacado dentro del conjunto se expone una estela en piedra caliza de principios de la XVIII dinastía, conocida con el nombre de Estela de Teti y su familia. De forma rectangular y cintrada en su parte superior, representa una familia reali-zando sus ofrendas. Está compuesta por dos registros. El superior tiene a un hombre y dos mujeres sentados delante de una cesta de ofrendas. Frente a ellos un hombre de pie porta una piel de pantera en una de sus manos por lo que pudiéramos pensar que se trata de un sacerdote. En el registro inferior están representados un hombre y una mujer sentados delante de una cesta de ofrendas mientras frente a ellos un hombre de pie hace una libación sobre un vaso. Las figuras están tratadas en la técnica de bajorrelieve y la escritura jeroglífica que contiene el nombre de las personas representadas está inscrita en la piedra con la técnica de relieve hundido. Otra interesante pieza del conjunto es un pequeño busto de concubina en piedra caliza policromada y de pequeño formato. Data del imperio medio y es una pieza poco tradicional por el tratamiento del cabello, muy complicado, que otorga a la pieza un carácter peculiar. Asimismo presentamos un conjunto de pequeñas vasijas de alabastro que fueron utilizadas como recipientes contenedores de perfu-mes o cosméticos. La producción de este tipo de recipiente en piedra se generalizó desde el período predinástico cuando materiales como la serpentina o el alabastro fueron ganando preferencia por su gran belleza y ser más fáciles de trabajar. En los comienzos las formas eran poco variadas y se correspondían plenamente con la función de los recipientes. A partir de la IV dinastía las formas se tornan más complejas y variadas, pero al mismo tiempo la factura y el acabado de las piezas pierden calidad. La técnica utilizada para la confección de estos vasos era por abrasión: la pieza se hacía rotar contra un trozo de sílex de piedra dura colocado de manera fija, hasta lograr la forma deseada. De este tipo de recipientes la colección exhibe ocho ejemplares de pequeño tamaño, dos del imperio medio, tres del imperio nuevo y tres de la baja época. Tienen variadas formas que van desde las más simples, parecidas a copas o vasos, a otras muy pequeñas, cilíndricas o cónicas o de cuellos estrechos y finos. Una de ellas posee su tapa. Como un detalle curioso, vale apuntar que en el interior de una de las vasijas se conserva una sustancia resinosa endurecida por el tiempo. A manera de símbolo incluimos dentro del conjunto una simpática estatuilla de gato en bronce, como representación de la diosa Bastet, deidad protectora de la familia, el amor y la belleza. EL ESTADO Y SU ADMINISTRACIÓN El estado centralizado egipcio se mantuvo hasta el reinado de los Ptolomeos luego de la ocupación macedónica. El poder político del faraón era absoluto. Se estableció una teocracia alrededor de su persona. El faraón era dios, supremo sacerdote y juez que poseía el derecho sobre la vida y muerte de sus súbditos, y durante buena parte de la historia, el único vehículo de estos para acceder a la divinidad. Respaldando la figura del faraón se constituyó un aparato admi-nistrativo que mantenía en un orden cerrado la forma de vida económica y política en el país. Para ilustrar esta sección la exposición presenta varias cabezas de soberanos. Quizá la más impresionante es una gran cabeza de Sesostris I en granito gris que data del imperio medio. La solidez y el equilibrio propios de ese momento quedan plasmados en la imagen majestuosa del monarca. A diferencia del imperio antiguo, donde las repre-sentaciones son más idealizadas, el imperio medio incorpora en las esculturas los rasgos característicos de la persona representada. Dos cabezas de faraón de pequeño formato del período ptolomeico son parte de este conjunto: una es un modelo de escultor en piedra caliza; la otra, una escultura de diorita negra. La representación de soberanos está presente de igual manera en tres fragmentos de estelas, la primera de las cuales data del imperio antiguo y es un fragmento de falsa puerta de una tumba donde aparece el nombre del faraón Pepi encima de una figura humana que porta un cetro. La técnica utilizada fue la del relieve hundido. El segundo fragmento representa la cabeza del faraón Sethi I con su perfil característico -mirada baja y nariz curva- realizado en bajorrelieve. El tercer fragmento es un modelo de escultor igualmente realizado en bajorrelieve que representa a un faraón del período Ptolo-meico con klof y ureaus real. La estatua de halcón en bronce, de pie sobre un zócalo, personifica al faraón en la figura de Horus, segundo rey mítico de Egipto, mientras la figura de un león es alegoría de su gran poder. Una plaqueta ra y un uraeus real son distintivos del monarca. La primera refleja su carácter divino por su conexión con el dios solar homónimo. El segundo lo señala como el sumo representante de una religión iniciática. Acompañando al conjunto aparece la estatua del dios Ptah, deidad principal y protectora de Menfis, primer gran centro del poder faraónico. LA ESCRITURA Y EL ARTE El arte egipcio se manifiesta de manera relativamente estable desde aproximadamente el 3500 a.n.e. hasta la aparición del cristianismo durante la dominación romana, como respuesta a condiciones específicas, fundamen-talmente religiosas y políticas, que demandaban el estamento sacerdotal, el faraón y su corte. Estos exigían del arte imágenes solemnes, representativas y estilizadas dentro de los temas de la salvación del ka y la consecución de la vida eterna vinculadas al culto de los muertos. A fin de prevenir innovaciones artísticas así como reformas de cualquier clase que modificaran el orden existente, el sacerdocio declaraba las reglas tradicionales del arte, sagradas e intangibles como el propio credo religioso y las formas del culto. Toda la actividad artística que se desarrollaba en los talleres de templos o en los palacios tenía el mismo carácter, modelos de validez general y métodos de trabajo uniformes, lo que aunado a la racionalización de los métodos artesanos ejerció una influencia niveladora. Se van a elaborar tipos uniformes de acuerdo con determinados proyectos y modelos, mediante la simple reunión de los diferentes elementos parciales este-reotipados. El rasgo más característico de este arte, tanto en sus fases estrictamente formalistas como también en mayor o menor medida en las natu-ralistas, es el racionalismo de su técnica, en la que predomina el principio formal de la frontalidad, pero no dejan de existir exquisitas muestras de delicadeza y frescura. El naturalismo y la libertad de composición no son recuperados hasta la completa revolución espiritual y artística que estableció el reinado de Amenhotep IV -dinastía XVIII-, en los talleres de Tell el-Amarna, cuya influencia dura en cierta medida a lo largo del imperio nuevo, donde los medios expresivos de natu-ralismo son tan ricos y sutiles que sugiere un largo pasado de preparación como corriente subterránea en el arte egipcio. Dotado de un sistema original de escritura hacia fines del IV milenio a.n.e., Egipto devendrá en el centro de una gran civilización que se destaca en el ámbito del pensamiento, de la ciencia y del arte. Los temas del arte y de la escritura aparecen expuestos de conjunto. En Egip-to estas manifestaciones siempre están íntimamente vinculadas. La fórmula escrita se apoya en la figura para precisar su sentido; la forma se enriquece en su contacto con la palabra, que solo al ser leída insuflará vida y entonces el hecho artístico tendrá sentido. Puesto que a menudo la representación de la figura humana se realizaba de una forma bastante impersonal, era costumbre inscribir los nombres, cargos y proce-dencia familiar del difunto con lo que se completaban los poderes mágicos de la pieza y esta ya no podría representar a otra persona. Este procedimiento sirvió frecuentemente a los usurpadores que tan solo cambiando los textos se apropiaban de objetos funerarios más antiguos. Aunque escritura, religión y arte están muy vinculados al concepto de la muerte esto no debe llevarnos a pensar que la creación artística egipcia estaba exclu-sivamente vinculada a esta última. A partir de la escritura egipcia jeroglífica, creada para ser esculpida en piedra, se desarrolla la hierática en una necesidad por agilizar el trazo al contacto del cálamo con el papiro. En ambas clases de escritura la distribución espacial de los caracteres, la disposición de las líneas o columnas de jeroglíficos se realiza todo el tiempo en estrecha conexión con la figura. En un origen los caracteres poseían un sentido puramente ideográfico donde palabra y símbolo gráfico son casi idénticos, tal como aparecen en las primeras paletas predinásticas. La necesidad de la lengua exige la aparición del fonograma cuando el símbolo se abstrae de su valor pictórico y funciona por su valor fónico, básicamente de carácter consonántico en la escritura egipcia. La misma se desarrolla lo mismo hacia la izquierda, hacia la derecha o hacia abajo, dependiendo de la compo-sición buscada, lo cual determina una gran complejidad para descifrarlos. Estos problemas fueron genialmente resueltos por el sabio francés Jean Francois Champollion hacia 1822. Un sistema mucho más cercano a nuestra taquigrafía actual es la escritura demótica, desarrollada para ser usada por los escribas básicamente en el mundillo comercial, como forma rápida y muy compacta derivada de las anteriores. Hacia los finales de la civilización egipcia surgió una última variante para repre-sentar la lengua egipcia cuyo uso aún persiste en el ritual eclesiástico cristiano local, el copto, donde se utilizan carac-teres griegos agregando algunos adi-cionales para representar sonidos ine-xistentes en esta lengua. En este núcleo se exhiben relieves con los diferentes tipos de escritura, así como también muestras de las técnicas de relieves utilizadas por los egipcios: el bajo relieve, el relieve hundido. En la técnica del bajo relieve la figura resalta de la superficie la cual ha sido desbastada. Después de la VI dinastía comenzó a ser utilizado más ampliamente el relieve hundido (sunk relief, relief en creux) cuyo proceso es a la inversa ya que la figura es la que se desbasta por debajo de la superficie. Los relieves después de terminados eran resaltados con pinturas utilizando la técnica de la aguada, las que se daban de manera plana y sin gradación. Los egipcios no tenían gran variedad de colores y los pigmentos se lograban a partir de plantas y minerales triturados que se diluían en agua o cola gomosa para lograr una especie de gouache. El adhesivo usado era la clara de huevo. Ejemplo de este tipo de relieve es un fragmento que exhibe la colección realizado con la técnica de bajorrelieve en el imperio medio y que representa un torso de hombre. Conserva el pigmento original y resaltan las tonalidades en ocres, amarillos, rojos y marrones. Rela-cionada con esta pieza exhibimos en este núcleo una caja de pinceles que mantiene aún los pigmentos originales. Dos de las técnicas del relieve pueden ser contempladas de manera fácil en otros dos fragmentos nítidamente inscritos de la VI dinastía. El primero es un pequeño fragmento de dintel con una inscripción horizontal donde el tratamiento del bajorrelieve está realizado de forma cui-dadosa. El otro fragmento es una fórmula escrita verticalmente utilizando la técnica del relieve hundido. A partir de ellas el visitante podrá observar el sentido hori-zontal o vertical de la escritura, ambas del tipo jeroglífico. Escogimos una estela perteneciente a una falsa puerta a nombre de Nefer-renput, perteneciente a la XXVIII dinastía, período donde todos los cánones artísticos son transformados, las figuras dejan de ser equilibradas, los conjuntos aparecen desorganizados, se hace énfasis en la gestualidad mucho más expresiva y el tratamiento de los cuerpos es de un naturalismo que en muchos casos se adelanta a su época haciéndose total-mente expresionista. La estela citada contiene cuatro figuras, dos hombres y dos mujeres en posición de adoración. Las mujeres portan largas pelucas con conos de óleo sobre sus cabezas; los hombres visten largas túnicas. La escena se hace simétrica; dos figuras miran hacia un lado y las otras dos en sentido opuesto. Los cuerpos están inclinados adelante en un ángulo peligroso dando la sensación de que en cualquier momento pudieran caer. En las siluetas femeninas los contornos remarcados buscan exaltar la belleza de los cuerpos. En general el tratamiento de la zona interior del relieve es menos cuidadoso que el de los marcos y por momentos llega a parecer hasta desdibujado. Muy original es una pequeña cabeza de joven del período ptolomeico realizada en diorita negra, característica por su expresión casi sonriente. El tratamiento del cabello permite afirmar su filiación helenística. Una pequeña escultura en marfil de una concubina es representativa del periodo saita en que los códigos artísticos tratan de recuperar los valores del pasado. Son significativos dos bustos de funcionarios, uno del imperio medio y otro de la baja época que con 1 200 años de diferencia en su realización mantienen los mismos estereotipos: frontalidad, peluca larga, torso desnudo, sin adornos ni atributos, como corresponde a una per-sona de su condición. No pretenden representar los rasgos de la persona más allá de la función o posición que ocupa dentro de la sociedad. LA RELIGIÓN, LOS DIOSES Y LA VIDA DEL TEMPLO Los egipcios no poseían un sistema religioso definido en una doctrina única, por lo que resulta difícil realizar una breve síntesis de sus mitos y numerosos dioses, que sufre variaciones de acuerdo con diversas pretensiones locales o las especulaciones e intereses de la casta sacerdotal. La doctrina más generalizada, surgida de Heliopolis, determina la existencia de un caos primordial, el Num, en donde vivía un ser indefinido suma en potencia a toda deidad y existencia (ATUM). Este, deseó fundar en su espíritu todo lo que existe y alzándose sobre el Num, se convirtió en la luz, el Sol o Aton- Ra. Aton sacó de sí a Shu (el aire), y a Tefnet (el vacío). Ellos engendraron a Geb (la tierra) y a Nut (el cielo). De esta unión nacieron dos parejas: Osiris e Isis, Seth y Nephtys. Este conjunto de dioses es el origen de todos los demás y constituye la gran Enéada ante la que comparece Isis con su hijo Horus, a fin de que se reconozca como heredero de Osiris, asesinado a traición por su hermano Seth. Cada territorio tenía su dios local al cual se le erigen templos y se ofrecen tributos. Los creyentes usaban pequeños col-gantes con sus representaciones como amuletos. Surgió así una forma de culto más popular, lejos de la religión oficial, la cual mantuvo sus ritos iniciáticos y los misterios a distancia. Algunos de estos dioses, pertenecientes a territorios que ganaron el poder en uno u otro momento e impusieron sucesiones dinásticas, pasa-ron a integrar el panteón de los dioses principales. Esta sección es una de las más completas y la más extensa de la muestra egipcia. En ella se exhiben todos los objetos vinculados al culto religioso, tanto la representación de dioses como los objetos ofrendados o usados por los creyentes. El visitante podrá encontrar esculturas en bronce de una veintena de dioses diferentes, estelas votivas, col-gantes-amuletos, un pectoral y un sítule decorado, además de otras piezas. En un lugar destacado están las estatuas de Osiris e Isis formando la tríada con su hijo Horus. Dentro del conjunto hay cuatro estatuas de sacerdotes quienes son los encargados de velar por el estricto cumplimiento de las normas del culto. Después de la dinastía XVIII el bronce se empleó de manera cada vez más abundante en la confección de pequeñas estatuas y figuras en miniatura. La colección de bronces de nuestra muestra es de gran importancia dentro del conjunto y comprende estatuillas de diversas deidades del panteón egipcio que, aunque pertenecen a la abundante y popular producción de la baja época, hacen gala de variedad y acabado técnico. Son un buen material para apreciar los atributos y la gestualidad propios de los diferentes dioses. El método técnico utilizado para la confección de estas piezas es el de la fundición por el procedimiento de cera perdida. Dentro del conjunto se destacan cuatro figuras de mayor tamaño que el resto: dos representaciones de Isis sentada -una tiene a Horus niño sentado en su regazo-, con las típicas pelucas y tocado de largos cuernos sosteniendo el disco solar; una figura del dios Amón en actitud de marcha y una representación de Sekhmet con cuerpo de mujer y cabeza de león. Dentro de los bronces más pequeños algunos ejemplos ilustran la sección: una figura del dios Ptah con la cabeza rapada en su tradicional sudario; una pequeña figura de Horus Nefertum sentado sobre una flor de loto y otra del dios Horus niño, ambos con el mismo gesto de llevarse un dedo a la boca y los mechones de pelo laterales como corresponde a la representación de niños. Muchos dioses se simbolizan en las figuras de animales o asociados con ellos como es el caso del toro Apis, la diosa Bastet bajo una figura de gata y el dios Sebek en la forma de un cocodrilo sedente. La colección muestra algunas piezas trabajadas en fayenza, como por ejemplo, unos pendientes que representan dei-dades. La fayenza egipcia se lograba a partir de la elaboración de una pasta de arena, cuarzo, limo y un álcali, mezclados con agua. Durante el período histórico se utilizaron varias técnicas de tratamiento de la mezcla, como la eflorescencia, el cementado y la aplicación del vidriado y su coloración con óxidos de cobre. Por el tema que tratan este importante núcleo incluye dos estelas en piedra caliza. La primera es un pequeño fragmento con una representación de la diosa Hathor realizada en la técnica de bajo relieve, muy bella por el cuidado y minuciosidad del trabajo de la peluca, tocado y vestido. La otra es una llamada “estela votiva de las orejas” de forma cintrada en su parte superior, y la técnica es el relieve hundido. Contiene dos registros, uno superior con el dios Ptah sentado dentro de su naos con una mujer frente a él ofreciéndole flores de loto. En el registro inferior aparece un hombre agachado, vestido con un faldellín plisado y tres cestas de ofrendas para el dios. A su lado tres columnas horizontales con cuatro orejitas cada una, en calidad de exvotos. Este tipo de estelas eran muy utilizadas en casos de peticiones por enfermedad; las orejas se colocaban para que el dios escuchara las peticiones. De los exponentes escultóricos en piedra podemos destacar una importante estatua del dios Osiris realizada en esquisto verde datada en el período saita. Se trata de la representación más clásica de este dios. Se encuentra sentado sobre una silla cúbica y porta en sus manos los atributos del poder; el látigo y el cetro. Tiene un tocado constituido por una alta corona con dos plumas adosadas. La larga barba trenzada le cubre el mentón, característica propia de las esculturas de la dinastía XXVI. De las esculturas de sacerdotes contamos con dos magníficos ejemplares, una del tipo naóforo, en granito gris. El sacerdote, ahora acéfalo, está arrodillado y sujeta delante de sí una naos con una pequeña figura de Osiris en su interior. La otra es un torso de hombre en piedra caliza blanca en actitud de marcha, vestido con faldellín plisado sujeto por una cinta trabajada en relieve hundido donde aparecen inscripciones. Se apoya en su pilar dorsal. A pesar de ser del período ptolomeico tiene características en su realización de períodos mucho más tempranos como son la tensión y rigidez de las musculaturas y los brazos colocados sin separación al lado del cuerpo. El nombre del sacerdote es Iry- Iry. Hacia el imperio nuevo Amon, el dios local de Tebas, pasa a tener una fuerza extraordinaria y al sincretizarse con el dios solar Ra, más antiguo, se entroniza, toma el primer lugar de entre todos los dioses y pasa a ser el padre celestial de los faraones. Un lugar cimero dentro de la muestra lo ocupa una maravillosa cabeza del dios Amón, del período ramesida, de basalto negro y de una singular belleza. El escultor logra de manera magistral plas-mar sobre el material texturas primorosas, detalles de exquisito trabajo y una expresión serena y afable reafirmada por los suaves contornos del rostro. SALA II EL CULTO FUNERARIO Sin dudas, dentro de la mitología egipcia el relato que más influyó en la cultura del pueblo nilota fue el de la muerte y resurrección de Osiris. El contenido de las creencias egipcias está expresado en ese mito, según el cual ese dios fue despedazado por su rival Seth y luego recompuesto por su esposa-hermana Isis, quien le embalsamó con ayuda de Anubis, Thot y Upuat. Entonces Osiris pasó a vivir en el occidente, por donde el sol desaparece. El culto funerario generado a partir de ese mito conllevó a la construcción de monumentales sepulcros, en forma de pirámides, mastabas e hipogeos, em-plazados sobre los desiertos de la margen izquierda del Nilo. De esta manera el difunto, aunque inicialmente solo sería el faraón, viviría identificado con el dios en las regiones profundas al oeste. Los egipcios distinguían varios principios inmortales dentro de cada persona. Creían que el hombre no muere mientras el principio inmaterial que en él reside poseyera un soporte, una forma material adecuada en que acomodarse. De ahí su afán por conservar el cuerpo el mayor tiempo posible y por erigir a la persona momificada una o varias estatuas que pudieran servir de recipiente al ser desaparecido. El eje central de esta sala, acondicionada como una cámara funeraria, es un sarcófago de madera pintada que perteneció a una cantante de Amón llamada Tachebet. La pieza está compuesta por dos elementos funda-mentales: el sarcófago propiamente dicho y el encartonado. Ambos están decorados con numerosas policromías en la cabeza y en el collar, debajo del cual aparece dibujado un escarabajo alado con cabeza de halcón. El encartonado está entera-mente cubierto de policromos dibujos y contiene varias líneas de texto referentes al nombre de la difunta y sus parientes. Pieza tan notable fue donada a Cuba como reconocimiento a la asistencia financiera en la campaña por el salvamento de los templos de Abu Simbel. Junto al sarcófago se colocaban los vasos canopos, siempre en número de cuatro, utilizados para conservar las vísceras extraídas del difunto durante el proceso de la momificación. Cada una quedaba protegida por un dios, hijo de Osiris u Horus, cuya cabeza era representada en cada tapa. Nuestra colección presenta un exquisito juego de vasos canopos de alabastro veteado del período saíta. Hacia el otro lado del sarcófago hay una estatua de Ptah-Sokar-Osiris de madera policromada. En su parte posterior presenta un orificio para colocar un papiro enrollado donde se consignaba todo cuanto el alma del muerto podía necesitar para salir triunfante de los riesgos que corría en su viaje hacia la sala del tribunal de Osiris, el supremo juez. Por sus ojos desmesuradamente abiertos, entre otras características, se puede afirmar que es de una época muy tardía. Luego de ser embalsamado el difunto, su ka comparecía ante el tribunal de los dioses donde los méritos del difunto contenidos en su corazón se pesaban en la balanza de Maat. Durante la comprobación, a cargo de Anubis y Thoth, el alma se defendía con las fórmulas de El libro de los muertos para tratar de sostener su inocencia. A pesar de ello, el difunto temía que su conciencia le traicionara y conjuraba a su corazón con las fórmulas ya mencionadas, grabadas sobre escarabajos de piedra que eran colocados sobre el pecho de la momia y denominados por ello “escarabajos del corazón”. De este tipo de escarabajo se exhibe uno de piedra dura de color negro con un excelente trabajo de incisión sobre la piedra y un exquisito acabado. Tiene en su reverso las fórmulas referidas al capítulo XXX-B de El libro de los muertos. En uno de los laterales está expuesto el papiro Hood, escrito en jeroglífico cursivo, que contiene los pasajes de El libro de los muertos del difunto Bakenwerel. Es de la XXI dinastía y perteneció a un hombre del personal del templo de Amón en Karnak. Tiene casi dos metros de longitud y conserva sus colores originales: blan-cos, negros, rojos, amarillos y verdes con algunos destellos en dorado. Es un papiro algo atípico de acuerdo con su contenido. Para la vida de ultratumba era necesario proveer al difunto de todo lo que poseía en la anterior. Muebles, objetos de todo tipo y gran cantidad de ofrendas y alimentos eran colocados por los familiares y sacerdotes en los templos o cámaras anexos al recinto funerario. Se incluían también numerosas estatuillas nom-bradas respondientes, encargados de realizar los trabajos de los difuntos en la otra vida. Nuestra colección cuenta con seis de ellos, uno de los cuales es el llamado “capataz”, que debía velar porque diez de los respondientes colocados en la tumba hicieran su trabajo correctamente. Además de las piezas mencionadas anteriormente se muestran otros objetos vinculados al culto como son las estatuas de Isis y Osiris, una figura de gato, una representación del dios Path y pequeños escarabajos que se cosían a la momia. Un número significativo de estelas de piedra con fórmulas de ofrendas o falsas puertas completan el conjunto funerario. Entre ellas podemos destacar la estela de Rahotep y su hijo, de gran perfección y belleza, notable por el estado de conservación de la superficie, que mantiene en casi la totalidad los pigmentos originales. Tiene forma cin-trada en su parte superior, con una escena donde aparecen el difunto sentado con una flor de loto en la mano izquierda, su hijo parado frente a él, vestido con un faldellín corto, y entre ambos dos líneas verticales con sus nombres. En la parte inferior hay cuatro líneas horizontales de escritura. Otra estela de gran importancia dentro de la colección es un fragmento de bajorrelieve con una escena de la purificación de una momia. En ella perduran las innovaciones artísticas del período de Amarna, evidentes en la gestualidad lograda a un nivel expresivo y en la forma no convencional como están colocados los personajes que componen la escena, contrariamente a la manera ortodoxa acostumbrada por los egipcios. GLOSARIO DE DIOSES REPRESENTADOS EN LA COLECCIÓN Ra: Dios creador en su aspecto manifestado. Es el sol visible. Su adoración surgió en Heliopolis y se extendió al resto de Egipto. Ra en su aspecto naciente es Khepri y se repre-senta como un niño o escarabajo, como dios del mediodía, triunfante como disco solar y al anochecer como un viejo (ATUM). Osiris: Primero de los cuatro hijos de la pareja de Geb y Nut. Hermano y esposo de Isis. Significó el benefactor para los hombres y después de su muerte, dios de la germinación, las cosechas y del mundo de los difuntos. (Ver acápite sobre mito de Osiris). Se representa con un hombre envuelto en un sudario y que porta una corona puntiaguda flanqueada por dos plumas. Los brazos están cruzados; en una de sus manos lleva un cetro y en la otra un látigo. Isis: Hermana y esposa de Osiris. Su nombre significa en egipcio El trono. Se representa usualmente como una mujer que lleva sobre la cabeza un trono -jeroglífico de su nombre-, o con un tocado con dos largos cuernos en forma de lira encerrando un disco solar. Se le solía representar también amamantando a su hijo Horus sentado en su regazo. Horus: Hijo de Osiris e Isis, vencedor de Seth, fue entronizado por su abuelo Geb y tomó el dominio de las dos tierras. Es el señor del cielo, sincretizado con el sol. Encarnó al primer faraón y era el protector de la monarquía faraónica. Se repre-sentaba en forma de halcón y después de la época tinita, con forma de hombre con cabeza de halcón. Cuando se perso-nificaba como niño, aparecía con un mechón de pelo al costado de la cabeza y el dedo pulgar en la boca. Esta iconografía fue tomada posteriormente por la religión romana que lo sincretizó con Harpocrates, dios del silencio. Amón: Dios procedente de Tebas. Durante el imperio antiguo fue casi desconocido, pero en el imperio medio tomó gran importancia sincretizándose con el mismo Ra. Devino entonces Amón-Ra y pasó a ser el dios nacional por excelencia. Formaba la tríada tebana con su esposa Mut y su hijo Jonsu, dios lunar. Su animal sagrado era el carnero. Jonsu: Dios lunar de Tebas, hijo de Amón y Mut. Su animal sagrado era el halcón. Se representaba como un hombre que llevaba sobre su cabeza un símbolo de la luna creciente. Path: Dios principal de Menfis. Según la teología del lugar era el creador del mundo y el primero entre los dioses. Protector de la monarquía y padre de los escultores y herreros. Su esposa fue Sekmet y su hijo Nefertum. Se le adjudicó el toro como animal sagrado. Se repre-sentaba como un hombre calvo envuelto en un sudario que porta entre sus manos un largo cetro. Sekmet: Diosa de la tríada principal menfita, esposa de Path y madre de Nefertum. Era una deidad guerrera también causante de epidemias y toda clase de calamidades, por lo cual era muy temida. Aparecía como una mujer con cabeza de leona. Nefertum: Vástago de la tríada menfita, hijo de Path y Sekmet. Se representa como un niño que porta en la cabeza una flor de loto. Su iconografía muchas veces se vio sincretizada con Horus. Anubis: Dios de vínculos familiares imprecisos. Tiene una conexión de tipo solar. Desempeñaba un papel muy importante en el culto a los muertos. Su animal sagrado era el perro y se representaba como un hombre con cabeza de chacal. Thot: Dios de Hermopolis. Es el dios del cómputo del tiempo, de la escritura y custodio del calendario. Es el patrón de los escribas pues él es el Escriba sagrado de Osiris por lo cual tiene mucha importancia en el culto a los muertos. Igualmente es patrono de las leyes. Se representaba como un hombre con cabeza de Ibis o como un Babuino. Apis: Divinidad agraria, símbolo de la generación y de la fuerza de la fecundación. Su antigüedad se remonta a la 1ra. dinastía y procede de Menfis. Se le consideraba la representación viva de Path, dios creador de la teología menfita. Se le representaba como un toro con tocado de disco solar y ureus. Según el ritual, se elegía un toro con las características adecuadas para repre-sentar a Path, se le rendía culto hasta su muerte, era momificado y enterrado con todos los honores. Bastet: Benévola divinidad local de Bubastis que representa la alegría y los rayos bronceadores del sol. Se sincretiza en algunos aspectos con Hathor o con Sekmet. Se representaba como una gata o como una mujer con cabeza de gata. Neith: Diosa eminentemente guerrera que fue una divinidad local de Sais. En la época saita su ciudad sagrada deviene capital del estado, por lo que su importancia crece y pasa a ser una deidad con categoría nacional. Se le repre-sentaba como una mujer que porta un arco y una flecha y lleva de tocado una corona del Bajo Egipto. Onuris: Dios guerrero, protector y cazador de animales selváticos. Se representaba en la figura de un hombre con atuendo guerrero, con un tocado con dos altas plumas y una lanza en una mano. Min: Patrono de Coptos. Dios protector de los viajes por el desierto y posteriormente deidad relacionada con las cosechas. Este dios se representaba como un hombre itifálico, con un alto gorro de plumas en la cabeza y un látigo en actitud amenazante. Sebek: Dios cocodrilo, es originario de Fayum y adorado también en Kom-ombos. En diversos mitos era la pareja de Hathor. Se representaba como un cocodrilo o como un hombre con cabeza de cocodrilo. Por el gran miedo a los cocodrilos, los egipcios usaban sus representaciones para encantamientos y como amuletos. Rechef: También llamado Reshpu, dios importado de Asia en épocas tardías, sincretizado con el dios de la guerra fenicio Resef. Se veneró en Het-Reshp en el Delta. Se representaba como un guerrero que portaba escudo y lanza.